En esa casa todo brillaba
menos tú
mientras dormías
tu nieto sostenía un conejillo de indias
se le cayó de las manos
el suero que goteaba
era rojo
tu hija hasta bromeaba sobre tu muerte
tú como una presencia total
un ronquido resonando en las grietas
tú
tan distinta a esos rostros
que nos observaban colgados de las paredes
y aunque todos los rincones parecían llamarse
María
tu piel era gris
en tu pieza siempre estábamos solos
en la del lado un gatito blanco se lavaba las orejas
todos lo mirábamos a él
ninguno devolvió la mirada.
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