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La simplicidad es la meta más alta

martes, 24 de febrero de 2015
Llamo a mi podólogo por teléfono
suena el estudio opus 10 número 3 de Chopin
mientras espero en línea

sería absurdo de mi parte
arrojar el teléfono al piso
sería trágico, meloso y desabrido
preguntarse ¿qué pensaría Frédéric de todo esto?

Las mañanas en Polonia
son frías
las mujeres deambulan con los pies congelados
las uñas no crecen en el frío
menos aún si los pies que ellas habitan
yacen muertos y cristalizados
la conclusión elemental
es que no hay podólogos en Polonia
pero no estaríamos considerando a los pianistas
que presionan los pedales obsesivamente
el estudio opus 10 número 3 de Chopin
requiere pisar el pedal unas 156 veces
y es sabido que no se puede pedalear con sandalias
sólo con duros zapatos de suela
donde callos, hongos
y toda especia de bicharracos
crecen y bailan
como prisioneros salvados del exterminio.

Los judíos
-tema delicado-
tallaron sus pies al andar descalzos en los campos de concentración
que de campo tenían tal vez
una que otra flor que regalaban los generales a sus señoras
sería dudoso pensar que existía
algún prisionero encargado de las durezas pedestres del holocausto
y los generales no andaban descalzos
sus pies eran de recién nacido
salvo evidentemente
aquellos que eran también pianistas.

Frédéric Chopin
flamante pianista y compositor polaco
escribió 220 obras para piano hasta 1849
eso es cien años antes del exterminio vivido en sus tierras
algunos dirán que él es lo único parecido al campo
que quedaba en el corazón de los judíos haciendo fila para las duchas
pero la verdad es que
irónicamente
Chopin escribió sobre su patria
mazurcas, polonesas y fantasías polacas
mezclando lo militar y lo bucólico
en sus largos dedos sensibles y tuberculosos.

Los podólogos en cambio
no atienden las heridas que salen en las manos por tocar polonesas 
ni por cargar rifles
ni por girar las llaves de paso del gas saliendo de los hornos
su área de trabajo son los pies
Chopin no era un hombre de pies
no caminaba aunque viajara a las Islas Baleares
no marchaba las marchas que escribía
su corazón más bien volaba
hacia los rifles de sus hermanos en Polonia
habría engullido la tragedia
de dormir apiñado con los descalzos
en los campos de concentración 
habría usado guantes para el frío
y sus pies de pianista también descalzos
habrían permanecido vírgenes de callosidades
hasta su muerte desnudo y lánguido en la cámara de gas
y es por eso que resulta indignante
que suene hoy su música en el teléfono del podólogo
a menos que fuera para consolar
a los desaparecidos
rechazados
sidosos
callosos
descalzos
pedestres
y tuberculosos. 
Sólo por eso podría permitirlo
por eso
y por ninguna otra cosa.

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