Yo mismo me trago este cáncer de rata blanca
cómo no hacerlo si en el silencio
el cigarro
(no, no el cigarro
mi mano)
cruje su tabaco
y todos los lugares son muerte
entre estos dedos.
Yo sé que mi madre no entiende
los barrancos por los que camino
no mi madre no entiende
por qué le llevo este conejo muerto
a la puerta de su casa.
De la tierra surgen hombres abiertos
no son árboles
se les caen terrones por la boca
y mis manos sentadas en el centro
y entre las manos yo
muerto y seco vestido de rata
o rata nada más
desnuda y llena de costras.
Mi madre no entenderá la ventana entreabierta
ni las semillas esparcidas en las paredes
cuando me encuentre pequeño
tan pequeño
agonizando mis costillas blancas
en las garras de mí mismo
y con la cola quebrada
atravesándole los ojos.
Llueve en París
Hace 1 año
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