Para este desafío
escribiré sobre una palabra sin decirla,
el idioma se conduce
por la vertiente entre nosotros
toda ella es penumbra
nuestro aire es el sol cuando desaparece
y en el suelo de tinieblas
tus raíces y las mías se detienen
sin tocarse drenan un mismo cauce
aunque en el agua turbia no se note
el torrente es distinto alrededor de sus esquirlas
en el mío rueda la gravilla entre los peces
en el otro, tuyo,
se detiene el sedimento para que se escondan
los cangrejos.
«Todo es submarino»
comenzando por el pasado que termina
en la arenilla envolviendo tus manos con las mías
bajo el agua
en un eco.
Cuando me golpea tu reflejo
me remuevo.
Si te toca mi rumor
te oscureces.
A lo lejos, con el tiempo,
¿crecerá el río en un desborde
arrastrado por el lecho que estiramos?
Así, sumergidos en silencio
pudiera yo igual sentirte cuando en un brote gris
se asome tu corteza humedecida.
Y pudieras tú también notarme
remeciendo a los peces desde la otra orilla.
En esta gran corriente
cada día más ancha
invocaremos un mar en el que hundirnos
en su extrañeza,
el frío es cálido si es un mismo frío,
el viaje subacuático
de un lenguaje indecible
no porque no haya palabras ya creadas
sino porque el agua es gruesa en la penumbra del ocaso
y el sonido no viaja sin oído
y las voces no nadan contra corriente.
Pero cuando llega a mis pies
descanso en el sueño del agua que tocaste
aunque tú ya duermes,
sin decirme,
como si siempre hubieras sabido
que no hay palabra que cruce una tormenta.
Mi intento es más curioso,
como siempre,
recorrer el fondo del océano para girar mi liana
como un meñique
alrededor de tu parte más tosca
esperando que no se note
que no se sepa
que en ese vacío dos murmuros conversan
un adiós que no tiene fin.
28-XII-2022
Para Teo Feuerhake