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Balada de Elsie Bessie

domingo, 9 de febrero de 2014
En la habitación una cama
una línea de luz tenue

una cortina hecha de encaje
una herida
unos dientes
unas manos que se baten
repasando la distancia
y que al moverse van tejiendo
con cuidado las corrientes.

Lo que más recuerdo es el olor
a especie antigua o a mujer
a muerte que se desea
a abanico o a temblor
no hay en ella ni un guiño
a porcelana o a amapolas
ni a los aliños que ha invocado
ni a las plantas que al crecer
ha trasplantado.

Me detengo a observar
detenidamente el escenario
el universo
una cama,
barandas arriba,
y sobre ella Elsie Bessie
respirando telarañas.


Llegó anoche
sangrando pero dormida
nos dijeron sus amigos
que hace años que ya no habla
por su mente pasó un aguacero
sus palabras como muñones
su corazón está intranquilo
por las horas del invierno
hay una pena oculta
en su falda de lamentos
son noventa y tres años
y se están destejiendo
tan lento.

Yo la miré a la señora
descansar esta mañana
miraba el techo consumida
la boca abierta resoplaba
desde su ombligo amanecían
animales de cristal
había en ella un recuerdo
a delfina o a duquesa
y es verdad yo lo confieso
quizás todo sea por su nombre
pero verla ahí a Elsie Bessie
exhalando mariposas
me hizo pensar en ella
y por ella en muchas cosas
como en que hoy quizás encuentre
la muerte que tanto busca
en que no habrá canción de cuna
ni saludo ni redoble
o en que si me toca a mí taparla
a la hora de dormir
le cantaré yo una canción
escrita con su nombre.

Hembra

Un poco de mí
te deja esta tarde a cuestas
varado en una costa
entre los dientes
de un hombre amargo
me esbozo yo con mi quijada
mirando la tierra entera
de estacas resplandecientes. 

Los destellos enceguecen
una mirada tierna
y lo que antes hubo en mí
hoy se ofrece desnudo
a las piedras de un cerro
escarpado y nauseabundo. 

No soy lo que en mí viste
ni lo que en mí yo sentí,
soy la tierra que difumina
entre mis pasos de vertiente,
lo que cercaban mis dedos
se deshace entre tus cejas
si antes fui humano
hombre
ramera
hoy me encojo en tu costado
como en el cetro
se encogen las serpientes.