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Fauna

lunes, 28 de mayo de 2007
Todos dicen que no son de aquí
y lo escriben en papeles de menta
ay que arde la menta
ay que arde la menta

saltan con sus vestidos de licor rojo
por campos imbéciles
ay cómo rozan los fardos
ay cómo rozan los fardos

les dicen mamá a las mamás
viejas vacas pariéndose de nuevo
ay que paren y sangran
ay que paren y sangran

son conejitos de centolla
con pinzas impotentes en los brazos
con pinzas impotentes en las piernas
son conejitos vestidos de huevos
de colores
y no encuentran la bolsa de su madre
bajo el ombligo

ay quiero ser marsupial
mamá
ay cómo arde tu estaca

se les enreda el pasto en los deditos
el suelo hierve y les irrita los ojos
ay cómo te salto el puñal

y cuelgan los trapos de piel
hasta que sequen
y se limpian los pies en el cuerpo de sus hijos

y cuelgan los cueros de sus infantes
hasta que endurezcan
y les tallan Welcome con un clavo

y cuelgan el cuerpo de sus niños
para ponerlos en el living
cuando estén amarillentos

ay cómo quema la menta
ay cómo arde el sol

ay cómo quererte los ojitos
mamá si me mataste

ay qué lindo me veo
mamá entre tus muebles.

Defensa del cuerpo

Soy feo,
y cuando desnudo
soy hombre.
Los pliegues cuelgan
sobre mi vejiga,
burla a la belleza.

Desnudez magra
me arropa,
lástima dan
mis pechos muertos.

No me gusto,
dan ganas
de rebanarme
con un cuchillo sin dientes
y me las doy yo también,
para aplanar
mi levadura anónima
de mancebo no apetecido.

Soy carne sin categoría,
vergonzosa carne,
cuerpo de Dios arrepentido,
insulto triunfal
a los espejos.

De aquí
a allá
sólo me separa
un cuerpo.

Segunda Defensa

El cuerpo ajeno me parece inmenso:
lo recorren avenidas desde la planta
tiene nueces añejas fuera de los marcos
se clava vientres a sí mismo
le sobra el cáncer
de repente se hace leve
y se oye.

El cuerpo no existe fuera del cuerpo
nace con quince dagas
y se hace inmenso entre las velas

El cuerpo me sacude
cuando luce cicatrices del insomnio
y se encierra el rostro las abejas.

El cuerpo ajeno me parece furioso
mientras el mío escapa somnoliento
por el ombligo de mi Padre.

Piernas

A veces quiero irme de mis huesos
decir quién soy
de la cintura para abajo.

Pero tengo miedo de las partes
de mirarme hinchado
bajo el arrope de un bosque.

Tengo miedo de fingirme hasta la muerte
de perder la punta
de olvidar el ancla y el suicidio.

Tengo miedo de sentir
cómo exploto en costados similares.


A veces quiero calzarme una reja en el ojo
herirme cuatro veces en la espalda
cancelar la vida que vivo
de los pies a la madera.

Si juego a tentarme
sé que mañana dos tijeras me abrirán los párpados
me aspirarán el cuerpo repartido entre las piezas
me olerán los brazos secos en el techo
pero nos dejaremos a la muerte:
yo
y mis hijos fraccionados.


Nadie sabe mis rodillas
ni susurra mis muslos
ni me adivina un ventrílocuo entre los talones

nadie imagina lo que llevo adentro de mis cajas
por cuánto tiempo he soplado las migas de mi carne
o cuántas veces pastaron en mí gansos ajenos.

Gansos para qué si yo soy hombre
hombre lechón cocinándome entre dos gruesos de asfalto
con una pierna para la madre
una pierna para el padre
y dedos para los anillos de las ratas.


Me he palpado tantas veces tentáculos
que ya no creo en mi sangre vértebra
ni en mis bunkers de olivo
ni en lo virgen que me queda tras la muerte.


A veces quiero entrar en cruces nuevas
sacarme las manos
la flema
dejar que otros acaricien donde yo no me toco.

Y entonces sonreírles negro
a las marcas de los clavos
a las marcas del espejo que me corta la figura
a las marcas de la horca.


A veces quiero alejarme de mis huesos
decir quién soy
cuántos cargo.

Mis piernas me parecen ignorantes
pero yo sé cuántos.



Yo sé cuántos.

Margen

martes, 1 de mayo de 2007
Pienso en cordillera
en la cima sangrante
de mi espina.

Pienso en agua
en silencio de artefacto
tan inútil.

Pienso en hambre
en notas
de cuerpos quebradizos
que se asoman.

Pienso en cráter
o en palomas sin retorno
en triángulos.

Pienso en partes
de ser hombre
en lo solo de estar solo
en el frío de tantas cosas
en brazos
pienso en brazos altos
en brazos de silencio
que se queden con mis brazos.

Pienso en miedo
en las sábanas de escarcha
en negro.

Pienso en hachas
de distancia.

Pienso en sal
en océanos mancos
en la marcha de la sangre.

Pienso en tierra
en el espacio yermo
en árboles
tan gruesos.

Pienso en la derrota
que me invade
si los ojos
si las manos
si el silencio
es sólo mío
si el terreno de mi cuerpo
es tan mío
y solo.